viernes, noviembre 30, 2007

Nostalgia del abismo



Whisky, drogas y fashion TV: el posgrado completo de mi educación sentimental.

martes, noviembre 27, 2007

La pura luz

El viejito entra y me pide un libro de Leopardi: "Busco un poema para una antología". "¿Qué poema?" le pregunto. "Cualquiera ¿Ud. alguna vez vio una antología que tenga a Shakespeare en inglés, a Leopardi en italiano, a Goethe en alemán? No hay. Bueno, yo estoy haciendo una antología así. Es para mí". Le doy el libro y él se calza unos anteojos de carey con dos lentes como lupas. "Ya encontré" me dice al rato. Me deja el documento y sale a fotocopiar el libro. No puedo resistir la tentación de mirar. Veo que nació en 1920 en La Paz. Lloro un poco y sigo trabajando.

viernes, noviembre 23, 2007

Loyola leyola...

Te tomás el subte y ves a una abuela de esas que suponés que hacen unos postres riquísimos para mimar a sus nietos. La buena mujer está sentadita leyendo. "Qué bien" pensás, "Qué suerte que alguien le cedió el asiento, no solo porque es una mujer mayor, sino porque además es lectora". Inmediatamente cedés a la deformación que te obliga a hacer las más extrañas contorsiones con tal de espiar qué libro está leyendo cada pasajero que tenés cerca. En este caso no hace falta demasiado yoga, la posición del libro es favorable. Doblás un poco el pescuezo y leés algunas palabras del título en el lomo. Te enderezás y pensás "debo haber leído mal". Entonces la dulce abuelita pasa de hoja y para hacerlo cierra un poco el libro, el tiempo suficiente para que claramente alcances a ver escrito sobre la tapa: El liderazgo al estilo de los jesuitas.

Hay momentos en los que pienso que estoy viviendo en el universo equivocado.

jueves, noviembre 22, 2007

De a pie (O el descanso del hoplita)

Hoy al mediodía estaba sentado fumando un cigarrillo en la avenida Corrientes. El semáforo se puso en rojo. De uno de los autos que se detuvieron bajó una chica, vino directamente hacia mí y me dijo: "¿Me convidás uno?". La miré y le respondí: "Es armado". "Ah..." dijo ella, dio media vuelta y volvió a subirse al coche. El semáforo se puso en verde y el auto arrancó. Tenía la patente trasera agarrada de un solo tornillo.

(Dedico este post a mi amiga Rachel, tan espléndida)

miércoles, noviembre 21, 2007

Les tilleuls sentent bon

Los tilos saben cuando florecer. Yo no.


"Como a la flor del tilo en primavera
contra el insomnio torvo,
beberte en infusión, niña, quisiera,
beberte sorbo a sorbo."

Gerardo Diego, "Tilo"

lunes, noviembre 19, 2007

Confesiones de una máscara (con perdón)

Yo no soy muy ambicioso. He sido pobre toda la vida y seguramente seguiré así lo que me queda de ella. Eso no es un problema. A veces me da tristeza la incertidumbre sobre la posibilidad de llegar a cumplir algunos sueños, tales como tener un perro o subir cierta montaña. Pero a veces pienso en lo bueno que sería tener dinero, no para viajar, no para comprarme cosas lujosas, autos, casas. No. Yo quisiera tener dinero para poder abstenerme de soportar que la gente me hable. Eso es todo. El único poder que me interesa es la distancia. Yo sencillamente ya no puedo soportar que la gente me hable. Pero no paran nunca. Nunca.

Estallaría silenciosamente sin mi máscara.

martes, noviembre 13, 2007

Martes 13

El martes es el día más complicado de mi semana. De la mañana a la tarde atravieso la ciudad para ir de una actividad a otra. La estadística subjetiva que voy redondeando a esta altura del año indica que los martes han sido el día que más ha llovido. Como hoy, que para colmo es martes 13. Y esta mañana las cosas empezaron de un modo que invita a darle crédito a la superstición. Me quedé dormido porque la gata, en algún momento de sus aventuras nocturnas, apagó el despertador del equipo de música. El que diseñó ese equipo con los comandos arriba no tiene gatos, evidentemente. Y si los tiene, no usan el equipo como trampolín para subirse a otros muebles...
El resultado fue que llegué treinta minutos tarde a una clase. No sé si mis pocos estudiantes habrán lamentado o no esa media hora menos de "La caída de la casa de Usher".
Cuando salí todavía llovía. Me agaché a atarme un cordón y se me escapó un colectivo vacío. Dejé pasar otro que venía lleno y finalmente me subí al tercero y me puse a repasar un poco de alemán. Cuando levanté la vista del Lehrbuch vi una magnolia en flor bajo la lluvia que me iluminó para el resto del día.
Más tarde, en un vagón del subte B, descubrí una abeja que caminaba por el piso. No podía levantar vuelo pero de a ratos se impulsaba velozmente a ras del suelo. Su itinerario era caótico. En un momento se acercó a mi pie y consideré cuál era la acción más piadosa, si pisarla o dejarla vivir. Opté por lo segundo. La abeja trazó una furiosa diagonal y fue a parar en el medio de dos señoras que conversaban animadamente en el asiento de enfrente. "Mirá" dijo la de la izquierda "una abeja". "Sí" respondió la segunda, y a continuación la aplastó con su zapato y siguió conversando.



Update: Hoy, después de años, me hirvió la sangre. Y todo por una mínima injusticia, pero injusticia al fin, y yo tan de Virgo -aunque no ejerza- que no puedo con mi genio. Pero qué humillante es tener que contenerse sólo para conservar un estúpido trabajo.

jueves, noviembre 01, 2007

Alcaucil tántrico

Hace unos días, aprovechando que es temporada, compré media docena de alcauciles. En vez de hervirlos y comerlos fríos y aderezados con aceite de oliva, vinagre, sal y pimienta como de costumbre hacemos, decidí aplicar un poco de fantasía y me animé a prepararlos de otra manera. Los corté en cuatro, les quité las hojas duras y los pelitos que tienen en el centro y separé los corazones. Inmediatamente los corté en pedazos y procedí a saltearlos con unos champignons fileteados, unas pocas laminitas de ajo y medio tomate disecado picadito. Después simplemente hice un poco de arroz blanco para acompañar la preparación. El resultado fue un plato más que aceptable (modestia aparte) y un montón de hojas de alcuacil crudas que decidí poner a hervir, para comerlas del modo tradicional, es decir, mojándolas en la vinagreta.
Naturalmente no tiene la misma gracia comer las hojas sueltas que ir arrancándolas y saboreándolas una a una hasta despejar el corazón, la joya profunda, como la rosa postrera del epitafio de Rilke (Dios me perdone): "el sueño de nadie bajo tantos párpados". Supongo que la nostalgia de esa expectativa es la que quiso señalar mi chica cuando dijo: "Es como coger sin orgasmo". "Sí" respondí yo, "se podría decir que es un alcaucil tántrico".