jueves, julio 28, 2005

Cotillón tóxico


Definitivamente el carnaval carioca es para mí una situación psíquicamente arriesgada.
No creo poder resistir uno más. Y sin embargo me esperan dos antes de fin de año. "The horror, the horror!"

martes, julio 19, 2005

Mi hogar está adonde está mi whisky

Comparto mi casa con una chica. Antes de mudarnos le avisé: yo no tengo mayores problemas, solo una cosa no debe suceder y eso es que alguien se tome mi whisky. Tal vez a alguno le parecerá una broma, pero lo decía muy en serio, y los acontecimientos posteriores que narraré a continuación lo demuestran. Tan gravemente los juzgo que a partir del momento en que ocurrieron la casa en la que vivo ya no es mi hogar. Porque mi hogar está adonde está mi whisky. También a Orfeo le fue advertido: solo una cosa no hagas. Pero la hizo, y perdió a su recobrada Eurídice para siempre. Las tragedias son así, no hay segundas oportunidades.
Sí las hubo en este caso, sin embargo. A los pocos meses de convivencia llegué de trabajar dispuesto a liquidarme los últimos tragos de una perezosa botella de Blenders. No fue posible, tan solo hallé su cadáver exangüe y a V. que se afanaba en disculpas vicarias, porque el autor del crimen había sido su novio. Naturalmente no me gustó nada, pero en consideración a la incipiente convivencia decidí limitarme a una suave admonición paternal. No puedo resistir la tentación de decir que fui magnánimo, considerando la gravedad de la falta.
Lo hechos me habían sugerido que lo más dañino de mi room-mate era su novio, pero me equivocaba. Su ausencia fue peor. Caí en cuenta de mi error luego de su separación. A partir de ese momento la convivencia se deterioró con la rapidez y los efectos de un cuerpo que se descompone.
Una mañana llegué a la casa y V. me alcanzó en la cocina y me anunció que tenía algo que decirme que no iba a gustarme. Un temblor me recorrió de pies a cabeza parecido al que produce una bandada de palomas cuando levanta vuelo. La miré. Dudó, acaso elegía las palabras. “Me tomé tres medidas de tu Jack Daniels” soltó finalmente. Pausa. Me detengo para tomar aire y porque se impone aquí una digresión. Tomar tres medidas de mi Jack Daniels implica ingresar a mi habitación, tomar de mi altar (lo mío no es un bar, sino un altar) uno de mis pequeños vasos JD y activar tres veces mi escanciador de medidas JD amurado sobre mi colección de botellas de JD (entre ellas algunas ediciones limitadas) y bajo una tarjeta y un diploma que me fueron enviados desde la destilería de JD ubicada en Lynchburg, Tennessee. ¿Hace falta agregar algo más? ¿Es realmente necesario que explique con mayor detalle el grado de ofensa que esa profanación alcanza? El lector sensible sabrá comprenderlo. Allí no acabó todo sin embargo. Luego de ordeñar mi botella se sentó en mi computadora y se puso a escribir letanías inconexas que no guardó (y por eso pude verlas como “documento recuperado”), pese a que creó tres carpetas nuevas, una por cada vaso, que quedaron tan vacías como aquellos y almacenadas en otras carpetas por obra del azar o de la torpeza de sus dedos ebrios.
Ella se excusó así: “Tenés que entenderme, estaba muy triste. Además vos sabés que a mí no me gusta el whisky” (¡Eso, necia mía, es acaso lo más imperdonable!). Traté de hacerle entender que su invasión era poco civilizada, que su conducta era abusiva y constituía, en fin, una falta de respeto. V. me respondió entonces: “¡Vos también me faltás el respeto porque nunca me preguntás cómo estoy!”. ¿Es que cabe agregar algo...?
Por varias semanas fui incapaz de tocar mi altar profanado, hasta que finalmente “piú che ‘l dolor poté ‘l digiuno” (“más que el dolor pudo el ayuno”) y terminé la botella ultrajada con una ceremonia grave no exenta de piedad.. No volví a llevar otra a esa casa siniestra. Aún vivo allí, sí, pero mi hogar está en otra parte. No diré adonde, pero en su centro late a salvo de las manos impías un corazón dulce y dorado, dorado y dulce.

lunes, julio 04, 2005

El (difícil) arte de la elegancia

"Porque lo que es cierto es que la gente elegante siempre está más perdida entre la gente que no lo es que al contrario".

Del capítulo "Viaje del Dr.K. a un sanatorio de Riva" de Vértigo de W.G. Sebald