jueves, septiembre 27, 2007

Wu wei, baby, wu wei

Es lo que me decía a mí mismo esta mañana en el subte, mientras me dirigía a dar una clase que no tenía demasiadas ganas de dar. Parado en el andén sosteniendo una mochila con cuatro libros y un cd me preguntaba si acaso no era hora de dejar de viajar tanto en subterráneo, porque si algo no está bueno eso es que el maldito cumbanchero se esté convirtiendo en la banda sonora de tu vida triste. Claro que esta versión instrumental es preferible a la que nos hacía cantar el profesor Carusso (te juro que no te estoy jodiendo) mientras aporreaba un polvoriento piano vertical. Qué duro es tener recuerdos, incluso a la mañana. Y precisamente esta se presentaba hostil, lo supe apenas después de levantarme cuando serví un chorro de jugo de naranja en la taza, sobre las dos cucharaditas de café instantáneo y el azúcar. Como infusión no me parece que sea buena (aunque no me animé a probarla), pero como metáfora no es mala. De esto también me di cuenta en el subte cuando concluí mi lista de reproches y me dije: "Hace tiempo que estás meando afuera del Tao... Wu wei, baby, wu wei".

jueves, septiembre 20, 2007

Equinoccio vernal

Un día como hoy, pero hace una cierta cantidad de años que no voy a decir por razones de estricta coquetería, mi padre intentaba sacar del garage el flamante falcon familiar (chupate esa aliteración, chuchi) con mi madre sentadita al lado y a punto de sacudirme a este valle de lágrimas. El coche, que salía marcha atrás (esto lo dejo picando para que la gilada haga chistes sobre mi sexualidad), se vio obstaculizado por un inoportuno desfile de carrozas. Inoportuno para el trance urgente en el que mis progenitores y yo nos encontrábamos, pero oportunísimo para el resto del pueblo, porque se trataba del esperado desfile del día de la primavera. También, quién te manda parir ese día. Digo día, pero era de noche, el horario preferido de los mamíferos en estado salvaje para nacer (iba a decir "dar a luz", pero eso no sería del todo correcto). Finalmente el flamante falcon familiar (tomá, te agregué otra "f") logró abrirse paso entre coristas disfrazadas de flores, algún que otro borracho y los oropeles de las carrozas arrastradas por tractores. Por fortuna, mis padres llegaron a tiempo al hospital y me ahorré la incomodidad de nacer en un auto y la indeseable publicidad que ello conlleva. Ya suficiente desgracia era para mí, que soy tan apegado al perfil bajo, tener que interrumpir un desfile para venir al mundo. Y en rigor lo interrumpí para siempre, porque según mi familia me recuerda con más frecuencia de la que me gustaría, aquel año fue el último en que hubo desfile de carrozas para el día de la primavera. De cualquier modo, siempre me ha caído bien eso de haber nacido el 21 de septiembre. No sólo por no tener clases y esas cosas, que no está nada mal, por cierto, sino también por una razón menos mezquina. Un cumpleaños es una modesta versión del antiguo ritual de regeneración del tiempo. Y no deja de gustarme que mi tiempo se renueve al mismo tiempo que la naturaleza renueva su vida. Es algo que le agradezco a mi madre. Total, mamá, el valle de lágrimas he aprendido a sufrirlo con viril paciencia.

lunes, septiembre 17, 2007

Aitite

"A ver, hijo, traé el cortafierros ese" me dijo, mientras señalaba con su mano gigantesca una estaca medio oxidada de más de medio metro de largo. Él, a su vez, cargó el hacha de mango largo y se fue para el fondo del patio. La tarde era limpia y calurosa. Yo lo seguí con el sólido hierro entre las manos transpiradas. Se lo di. Él lo apuntó contra el césped amarillento y lo hundió un poco en la tierra. "Correte" me dijo. Y empezó a golpear el cortafierros con la cabeza del hacha. No sé cuántos golpes necesitó para hundirlo casi por completo, pero no fueron muchos. Apenas se asomaba un cabo. Él se apoyó con las dos manos en el hacha y me miró. Yo le devolví la mirada, en silencio. "Esto es para que llueva" me dijo al fin. "Le clavé la estaca en el culo al diablo y hasta que no haga llover no se la saco".

lunes, septiembre 10, 2007

Desolation is a delicate thing

(...)Ah, sister! Desolation is a delicate thing:
It walks not on the earth, it floats not on the air,
But treads with killing footstep, and fans with silent wing
The tender hopes which in their hearts the best and gentlest bear
(...)

Percy B. Shelley, Prometheus unbound

También a Elinor Wylie le gustó tanto ese verso que se lo puso de título a un poema que ciertamente es mejor que cualquier post que pueda yo escribir. De hecho, este post iba a ser sobre una traducción del poema de Elinor que me parecía incorrecta,por decirlo de un modo poco selvático, pero resulta que le comenté el tema a Manantial (Onorate l'altissimo poeta)y ahora ya no estoy seguro de nada. Y bueno, basta...

miércoles, septiembre 05, 2007

Mi mano diestra no es la diestra

Una de las primeras cosas que descubrí fue que con mi pulgar izquierdo vendado me resultaba imposible armarme un cigarrillo. Pero persistí y ya te armo unos perfectos cilindros entre el índice y el mayor que reíte del careta más prolijito. Esto me tiene particularmente orgulloso, pero no todos son éxitos. El fin de semana habíamos comprado un exquisito aioli importado.Ayer llegué famélico del trabajo y me dispuse a prepararme un sandwich. Cuando estaba sacando el frasco de aioli de la heladera con mi sana pero inútil mano derecha, se me escurrió entre los dedos y se estrelló contra el piso. Podría decirse que inventé una variedad gourmet que algún creativo chef moderno denominaría "aioli con crocantes chispas de cristal de Cataluña" o "aioli con incrustaciones de diamante sobre cemento alisado". Cuando levanté la vista encontré la mirada de mi mujer en la que creí leer el siguiente enunciado: "Manco de mierda, ni se te ocurra agarrar la mostaza". Y es que es así, pensar que antes en mi casa nunca faltaba el whisky importado, ahora lo que no falta jamás es la mostaza importada. Sí, lo sé, estoy acabado.

lunes, septiembre 03, 2007

Pulgarcito, Pulgarcito...

Trabé una pelota, caí mal, me doblé el pulgar izquierdo. Seguí jugando porque es un imperativo (a man must do what a man must do)y ganamos el partido. A la mañana siguiente me propuse hacer la tarea de alemán (sí, yo hago tarea) y no podía agarrar el maldito lápiz. Hice la tarea igual (a man must do what a man must do) con el lápiz entre el índice y el mayor. Para despejar dudas fui a hacerme una placa. "No hay lesión ósea" dijo la traumatóloga. No me dio tiempo de suspirar. "Ah sí, sí hay lesión ósea", se corrigió. Ahora estoy en manos de "el equipo de mano", valga la cochina redundancia, para definir "si tiran ese huesito a los chanchos", tal fue la delicada metáfora que utilizó la traumatóloga para aludir a una posible cirugía. Divina ¿No?
Justo que un importante productor me había propuesto producirme un disco de canciones heróicas, yo me fracturo el pulgar izquierdo. ¿Ven? El deporte también puede favorecer al arte.