Trabajo rodeado de libros. La semana pasada se cortó la luz y decidí hacer un experimento, algo parecido a la antigua bibliomancia. Caminé entre las estanterías a oscuras y tomé un libro al azar. Cuando lo llevé hacia la luz descubrí que eran las cartas de Louise Jacobson.
Louise Jacobson hubiera cumplido hoy, 24 de diciembre, 89 años. Pero vivió muy pocos. En 1942, por una denuncia anónima, la detuvo la policía de la París ocupada por no llevar la estrella amarilla. Pasó por la prisión de Fresnes, el campo de Drancy y fue deportada a Auschwitz donde murió en las cámaras de gas en agosto del 43. Tenía 18 años.
En sus cartas, escritas desde Fresnes y Drancy, frente a esa maquinaria letal a la que fue entregada cobardemente, trata de dar ánimo a su padre, a sus hermanos. Se plantea, sin embargo, tímidas dudas sobre la bondad humana. Me quema esa frase en su carta.
La historia de Louise, similar a la de Dora Bruder, rescatada del olvido por un librito de Patrick Modiano, y a la de tantos otros, señala qué poco hay que raspar para alcanzar el envilecimiento de una sociedad, qué poco se necesita para que alguien sea capaz de entregar a la muerte a su vecino. Es ese ejercicio de tercerización del resentimiento en un poder mayor que siempre encuentra una excusa para justificar cada vileza. Pero el acto queda.
Lo hemos visto, lo vemos hoy y lo volveremos a ver.
martes, diciembre 24, 2013
viernes, agosto 09, 2013
Apuntes sobre la batalla cultural
El almirante Nelson murió durante la batalla de Trafalgar sabiendo que había vencido. Con eso se ganó una gran columna desde la que domina Londres. En la batalla cultural no se espera que muera nadie, pero la única columna a la que se puede aspirar es en una página en un diario de distribución gratuita. No se dominará Londres desde allí, pero, con un poco de suerte, al combatiente puede tocarle todavía la noble misión de envolver media docena de huevos.
Luego del sitio de Cartagena de Indias, en Inglaterra, mal informados, festejaron alborozados la victoria sobre las tropas de mi genial paisano guipuzcuano Blas de Lezo (apodado "Mediohombre", por la cantidad de heridas que acumulaba) en una batalla que, en realidad, habían perdido. Esto, que puede parecer una rareza, en las batallas culturales es la cosa más normal. Porque, como ya hemos dicho, la mejor forma de ganar una batalla cultural es perderla. Y viceversa.
Saber qué cara poner es fundamental en la batalla cultural. No saber, también.
Cuentan que cuando Guillermo el bastardo desembarcó con su ejército en la pérfida Albión para reclamar la corona, tropezó y se cayó al suelo. Sin embargo, se recuperó del papelón muy hábilmente levantado los brazos embarrados y gritando que la tierra inglesa ya estaba en sus manos. La batalla le dio la razón. Recuérdenlo si algún día tropiezan en una de sus batallas culturales. Pero no olviden lavarse las manos, no vaya a ser cosa que se pesquen un resfrío.
Cada uno en su época, la gladius y el AK47 comparten la virtud de ser las armas que más humanos mataron. "Repudiamos en los términos más enérgicos" es la gladius hispaniensis de las batallas culturales. La buena voluntad sería el AK47.
En las batallas culturales, a diferencia de las batallas normales, las retiradas son siempre muy muy lentas porque están llenas de "complejidades".
Un lindo tema de tesis es el problema de la impedimenta en las batallas culturales.
Ánimo, todos tenemos un papel (literalmente) que jugar en la batalla cultural. El “Papel toilette” no está excluido (Ver Venezuela).
La batalla cultural puede tomar la forma de un ajedrez de estatuas.
Samuel de Bulgaria murió de pena al ver a sus tropas regresar de la batalla de Kleidion convertidas en un ejército de ciegos bamboleantes –la crueldad fue de Basilio II, que de cada 99 ciegos dejó uno tuerto para que los guiara de regreso-. Se ve que el pobre Samuel no sabía que para una batalla cultural aún hubieran servido.
Para una "Blitzkrieg" cultural se necesitan muchos "Think tanks". Igual se complica la logística por el exigente bandejeo de canapés y saladitos para tantos combatientes.
En las batallas culturales, "Le dormeur du val" efectivamente está dormido.
A los heridos graves de las batallas culturales les hacen un tratamiento a base de libros de Galeano, que es como el placebo.
Luego del sitio de Cartagena de Indias, en Inglaterra, mal informados, festejaron alborozados la victoria sobre las tropas de mi genial paisano guipuzcuano Blas de Lezo (apodado "Mediohombre", por la cantidad de heridas que acumulaba) en una batalla que, en realidad, habían perdido. Esto, que puede parecer una rareza, en las batallas culturales es la cosa más normal. Porque, como ya hemos dicho, la mejor forma de ganar una batalla cultural es perderla. Y viceversa.
Saber qué cara poner es fundamental en la batalla cultural. No saber, también.
Cuentan que cuando Guillermo el bastardo desembarcó con su ejército en la pérfida Albión para reclamar la corona, tropezó y se cayó al suelo. Sin embargo, se recuperó del papelón muy hábilmente levantado los brazos embarrados y gritando que la tierra inglesa ya estaba en sus manos. La batalla le dio la razón. Recuérdenlo si algún día tropiezan en una de sus batallas culturales. Pero no olviden lavarse las manos, no vaya a ser cosa que se pesquen un resfrío.
Cada uno en su época, la gladius y el AK47 comparten la virtud de ser las armas que más humanos mataron. "Repudiamos en los términos más enérgicos" es la gladius hispaniensis de las batallas culturales. La buena voluntad sería el AK47.
En las batallas culturales, a diferencia de las batallas normales, las retiradas son siempre muy muy lentas porque están llenas de "complejidades".
Un lindo tema de tesis es el problema de la impedimenta en las batallas culturales.
Ánimo, todos tenemos un papel (literalmente) que jugar en la batalla cultural. El “Papel toilette” no está excluido (Ver Venezuela).
La batalla cultural puede tomar la forma de un ajedrez de estatuas.
Samuel de Bulgaria murió de pena al ver a sus tropas regresar de la batalla de Kleidion convertidas en un ejército de ciegos bamboleantes –la crueldad fue de Basilio II, que de cada 99 ciegos dejó uno tuerto para que los guiara de regreso-. Se ve que el pobre Samuel no sabía que para una batalla cultural aún hubieran servido.
Para una "Blitzkrieg" cultural se necesitan muchos "Think tanks". Igual se complica la logística por el exigente bandejeo de canapés y saladitos para tantos combatientes.
En las batallas culturales, "Le dormeur du val" efectivamente está dormido.
A los heridos graves de las batallas culturales les hacen un tratamiento a base de libros de Galeano, que es como el placebo.
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