jueves, marzo 30, 2006

Evidencia

De acuerdo. Me rindo ante la evidencia: cuando estaba hecho polvo era una persona mucho más atractiva.

martes, marzo 28, 2006

Las frases del Almirante Margarito (Si no me las festejo yo...)




Maradona es como Daruma*: perdió las piernas pero alcanzó la iluminación.


*Los budistas y los lectores de Kerouac sabrán que Daruma fue el monje mítico que llevó el budismo de la India a la China. Se cuenta que estuvo nueve años meditando sentado frente a la pared de una gruta. Se le atrofiaron las piernas, pero alcanzó la iluminación. En fin, que nada es gratis.

lunes, marzo 27, 2006

Hay un puma en mi balcón...

Mi vecina, una rubia y pulposa celebridad de la TV, tiene un puma en el balcón. Es un hemosísimo cachorro. No sé si lo compró, si se lo regalaron o qué, pero ayer la pobre bestia apareció atada al soporte del aire acondicionado. Mi chica y yo lo miramos compasivamente de balcón a balcón y durante los pocos momentos en que está despierto nos devuelve una mirada lánguida y azul. Anoche, por ejemplo, se inquietó cuando el camión de la basura paró a comprimir su carga. “¿Ves?” me dice mi chica “Está asustado y nadie sale a acariciarlo, es una injusticia”.

En fin, si esto sigue así vamos a tener que llamar a Greenpeace para que se lleven al felino (me refiero al puma, eh...).

viernes, marzo 24, 2006

Smoke

El jueves, mientras caminaba hacia mi trabajo armándome un cigarrillo, fui sorprendido en la esquina de Callao y Lavalle por dos jóvenes de camisa blanca y corbata que me asaltaron por los dos flancos al grito de "¡A vos, que te estás armando el churro de tu vida!". Yo, que soy tan limitado y nunca sé cómo reaccionar frente a aquello que jamás haría, me quedé parado y mudo, con la seda entre las manos. Primero pensé que eran policías, pero las amplias sonrisas de mis acosadores debilitaron esa hipótesis. Todavía aturdido, me pregunté si se trataba de una publicidad de Coca Cola light. Pero no. Eran vendedores de un perfume que amablemente desistí de probar.

Esa misma tarde mis amigos D. y Manantial, que estaban en su último día de trabajo conmigo, salieron unos minutos a fumar a la plaza que está frente al Palacio Pizzurno. Manantial, que fuma el mismo tabaco que yo, se armó un cigarrillo y lo encendió. Al poco tiempo se acercó un policía que pensó que lo que Manantial tenía entre los dedos era justamente lo que los vendedores de perfume hubieran llamado "el churro de la vida". Pero no. Orsai. El diligente agente del orden fue engañado por la despreocupación -por no decir la total y completa desprolijidad, la escasa geometría y falta de sentido estético- con la que Manantial arma sus cigarros. Ante las contudentes pruebas de su error, el oficial, frustrado, se dirigió a D., pero como no sabía bien de qué acusarlo porque D. fuma cigarrillos de paquete, no le quedó más remedio que retirarse vencido, no sin antes coronar su papelón con una conclusión humorística. "Ya no se puede ni fumar", dijo, y se perdió en la plaza.

miércoles, marzo 22, 2006

Oh, misantropía

Martes al mediodía en la puerta del Preferido de Palermo. Parado en la esquina miraba con inquietud como las hordas adolescentes que salían de los colegios de la zona copaban todas las mesas del lugar. Dos chicos con uniforme estudiantil cruzaron Guatemala apurados y uno de ellos, con una cara de pichón de garca que se caía, le dice al otro: "Esperá, entremos acá un segundo a ver si hay alguien comiendo así le robo comida". Para mi alegría, la rata miserable no encontró ninguna víctima y se retiró rápidamente.

Miércoles a la mañana en el gimnasio. Una rubia le cuenta a su tostado personal trainer que su novio pospuso la boda. "Sí, me la quería pasar para junio. Yo le dije que ni loca, en invierno no me caso. Pusimos fecha para noviembre. Él ahora parece que se va a hacer un tratamiento con radioactividad, algo con yodo, no sé, creo que tiene que estar encerrado, no puede ver a nadie o algo así. Mi mamá me dijo que menos mal que fue ahora porque si era más adelante ya iban a estar hechas las invitaciones ¿Te imaginás qué problema?". No sé el entrenador, pero yo me imagino muchas cosas. Demasiadas.

Después se quejan de mi misantropía, pero el mundo no para de darme letra.

lunes, marzo 20, 2006

Il Papa "Minga"

Inspirado en un post de Akxi


Fue el papa Clemente VIII (1592-1605) quien estimuló la castración “para el servicio de Dios”, a partir de la necesidad de cantantes con registros elevados y perfecta articulación para el canto gregoriano. Primero se había intentado recurrir a voces con capacidad de falsete, pero en Italia había muy pocos cantantes dotados de esa cualidad, y los que hacían venir de España costaban muy caros. Así fue como se creó la institución de los castrados de la capilla Sixtina.
En la música profana, y en particular en la ópera, los castrados hicieron su aparición recién un siglo después, por culpa de un incidente ocurrido en Roma en 1686 con una cantante llamada Angela Voglia, alias la Giorgina. Desde su debut en el teatro, la Giorgina había revolucionado a toda la ciudad, y cuando el papa Inocencio XI le preguntó al joven Duque de Mantua qué era lo que más lo había impresionado de Roma, este no dudó en contestar: “La voz de la Giorgina”. La reacción del “Papa Minga” (es decir, el papa que dice no), como lo llamaban en dialecto milanés, fue la de ordenar que todas las cantantes que se negasen a abandonar Roma sin demora fueran conducidas a un convento.
A partir de ese momento, los castrados se hicieron indispensables. En realidad, la ley prohibía la práctica de la castración a los alumnos de los Conservatorios. Pero a la edad de ocho años los chicos eran retirados del establecimiento y se los sometía en secreto a la operación. Después, al cabo de un mes o dos, los admitían de nuevo como si nada hubiese pasado.
La mayor parte de los mutilados lograba triunfar -los que no, nutrían las filas de efebos de la prostitución napolitana-, y formaba parte de una verdadera clase aparte destacada por su coquetería, su vanidad y hasta por su aventuras galantes. Se cuenta de un “castrato” que llegó a pedirle autorización al Papa para casarse, con el pretexto de que la oreración había sido mal hecha. La respuesta del Santo Padre fue tajante: “Che si castri meglio” (que se castre mejor).

Fuente: Bouvier, René, Farinelli, le chanteur des Rois, Editions Albin Michel, Paris, 1943.

jueves, marzo 16, 2006

Escenas de la vida conyugal

In the Mall:

Elle: ¿Sabés qué?
Moi : ¿Qué?
Elle: Hace mucho que no veo gente llorando por la calle.
Moi : Ah...

In the bedroom:

Elle: ¿Querés agua?
Moi : Sí.
Elle: ¿No sentís a veces que sos otro animal?
Moi : ...

martes, marzo 14, 2006

Dichos populares II: Ya te va a tocar la chancha que no es de andar.

Cuando era chico tuve ocasión de ver allá en el campo el ejemplar espectáculo de una persecusión singular. Una chancha enfurecida corriendo a un hombre. Pocas cosas hay en la naturaleza más filosas que los dientes del porcino, verdadero arado de sangre caliente, acostumbrado a desbrozar el terreno en busca de raíces, o al menos, como diría el poeta, a buscar en el fango huesos, cáscaras... Por eso sería una torpeza confundir con cobardía la precipitada prudencia del paisano en fuga. Hecha esta aclaración, podemos pasar al dicho en sí.
El feliz enunciado “Ya te va a tocar la chancha que no es de andar” no puede ser comprendido cabalmente sin citar un segundo dicho campero que está de algún modo implícito en aquel, y es el siguiente: “Lo lleva como lechón pal’ pueblo” que se explica así: un sujeto A conduce a un sujeto B hacia un destino decidido por A y de una manera poco elegante y en cierto modo lesiva de la dignidad de B. Si es necesario explicar la metáfora, diremos que a un lechón se lo conduce al pueblo a pie, trotando delante de su propietario, quien de vez en cuando corrige sus desvíos y distracciones con el golpe de una vara en los cuartos traseros de la bestezuela.
Bien, que a un sujeto le toque la chancha que no es de andar quiere decir que le tocó enfrentarse con alguien que no acepta de ninguna manera el lenguaje de la vara en las nalgas ni mucho menos que decidan su destino por él. Naturalmente, el dicho se aplica a personas abusivas acostumbradas a conducir lechoncitos. Y ya sabemos que miserables es lo que está sobrando sobre esta piedra indiferente y giratoria.

Sépanlo, miserables, mezquinos, mediocres y autoritarios del mundo:

¡YA LES VA A TOCAR LA CHANCHA QUE NO ES DE ANDAR!

Y si me agarran cruzado, les diré, glosando a Flaubert, que la chancha que no es de andar soy yo.

Y mis dientes tienen un filo del demonio.

Vayan por la sombra, bastardos.

lunes, marzo 13, 2006

Deutsche Requiem

Primera clase de alemán. La profesora nos introduce a las anodinas primeras frases de todos los comienzos: yo me llamo tanto, vivo en tal lugar, soy de tal otro, etc. Una vez agotadas todas las posibles combinaciones iniciales nos pregunta qué palabras alemanas conocemos. Entonces entran a caer volkswagen, strudel, willkommen, etc. Yo, que soy un presuntuoso, mandé unheimlich (juro que fue la única que se me ocurrió), que la profesora pasó convenientemente por alto a la hora de escribir la lista en el pizarrón. De pronto una chica pregunta alegremente algo del “deuches reich” y algo como “fürer”... Se hace un silencio. Alcanzo a escuchar un murmullo a mis espaldas “mmm... poco feliz... mmm”. La chica, inocentemente alega: “No, en serio, lo leí en un libro”. Entonces interviene la profesora que diplomáticamente propone “bueno, pensemos palabras más modernas, no tan viejas, ni tan... ‘cargadas’”. Muy linda la chica, dijo que estudia relaciones públicas. Parece que se recibe a fin de año.

jueves, marzo 09, 2006

Mi fracaso

Todo mi poder (o mi impotencia) para organizar la experiencia se basa en categorías literarias. Interpreto el asalto de los intratables fragmentos de realidad según la lógica de alguna figura retórica, de un verso cristalizado en mi entrecejo, capaz todavía de emanar su viejo veneno, o de la propia estructura de percepción de algún personaje, más fuerte que la mía, tan maleable. Hay personajes literarios que son para mí más reales que muchas personas que conozco. Así, desde muy joven he tenido por ejemplo mis días Holden Caulfield, mis semanas Marlowe (los dos Marlowe), mis meses Wakefield y Bartleby, mi año Ahab, etc. etc.
A veces miro lo que pasa frente a mí con la sola luz de unos versos de Dante, de Keats, de Blake, etc. y por épocas ejerzo sobre las cosas la violencia de los tropos, entonces todo es una metáfora, o una infinita cadena de metonimias y cada tanto mi mundo se accidenta con la hipálage y el oxímoron.
Hay distintas formas de llamar a esta enfermedad: mal del libro, literatosis y últimamente, Mal de Montano (ver Vila Matas). Por cierto no me ofende que alguien piense que es un forma de locura, y concedo alegremente que confundo realidad y literatura todo el tiempo. Naturalmente veo enemigos de la literatura por todos lados, lo que agrava el cuadro con un matiz paranoide.

Una cosa más: en el subte le cedo el asiento con más ganas a un lector que a una viejecita.

miércoles, marzo 01, 2006

Lentejuelas en la oscuridad

Durante un tiempo fui seguidorista de music hall en un teatro que quedaba en un subsuelo de la avenida Corrientes. Creo que ahora funciona ahí un cabaret. Fue, por lejos, el mejor trabajo que he tenido. Llegaba un rato antes, encendía el seguidor para que fuera calentando, y me disponía a esperar el comienzo de la función mientras escuchaba la magnífica selección de canciones que servía de música de sala, es decir, la que suena mientras los espectadores ingresan al teatro.
Durante un tiempo también oficié de acomodador y con las generosas propinas que me estiraban unas manos arrugadas entre tersos visones me iba a cenar afuera después del show. Trabajaba viernes, sábados y domingos el tiempo que dura una función y cobraba mi dinero semanalmente.
El espectáculo era de transformistas que de verdad hacían su arte maravillosamente. Mi participación no era difícil, y si bien había ciertos cuadros que exigían mucha concentración de mi parte porque la función de la luz era muy importante y muy precisa, había otros que requerían poco y nada del cañón de luz (que, para ser sinceros, estaba bastante desvencijado). Era tan divertido que el tiempo se me pasaba volando.
Hay una canción de aquella época que se convirtió en una de mis favoritas para siempre. No es una canción cualquiera, no solo porque se trata de un clásico, sino porque además era la última de las canciones de la música de sala. Yo sabía que cuando terminaba esa canción tenía que hacer el apagón. Me encantaba que ese momento perfecto en que se oscurece el teatro y la gente hace silencio dependiera de mis dedos. Es como cuando un director de orquesta golpea el atril con su batuta y el aire se tensa y todos, músicos y público, se preparan para la sinfonía. Como tenía que estar atento al final de la canción -el código no era solo para mí, sino también para los artistas y para los demás técnicos-, muy pronto me la aprendí de memoria. No me costó nada, porque soy muy memorioso y porque la canción es bellísima.

Era esta:

Noche criolla (o noche de Veracruz) de Agustín Lara, en la versión de la negra Toña.
(La de Javier Solís es muy correcta, pero a la negra no hay con qué darle).


Noche tibia y callada de Veracruz,
cuento de pescadores que arrulla el mar.
Vibración de cocuyos que con su luz
bordan de lentejuela la oscuridad.

Bordan de lentejuela la oscuridad.

Noche tropical, lánguida y sensual,
noche que se desmaya sobre la arena,
mientras canta la playa su inútil pena.

Noche tropical, cielo de tisú
tienes la sombra de una mirada criolla,
noche de Veracruz, noche de Veracruz.


PS: Recuerdo que con M. siempre no reíamos porque cantábamos “Gorda de lentejuelas”...