Inspirado en un post de Akxi
Fue el papa Clemente VIII (1592-1605) quien estimuló la castración “para el servicio de Dios”, a partir de la necesidad de cantantes con registros elevados y perfecta articulación para el canto gregoriano. Primero se había intentado recurrir a voces con capacidad de falsete, pero en Italia había muy pocos cantantes dotados de esa cualidad, y los que hacían venir de España costaban muy caros. Así fue como se creó la institución de los castrados de la capilla Sixtina.
En la música profana, y en particular en la ópera, los castrados hicieron su aparición recién un siglo después, por culpa de un incidente ocurrido en Roma en 1686 con una cantante llamada Angela Voglia, alias la Giorgina. Desde su debut en el teatro, la Giorgina había revolucionado a toda la ciudad, y cuando el papa Inocencio XI le preguntó al joven Duque de Mantua qué era lo que más lo había impresionado de Roma, este no dudó en contestar: “La voz de la Giorgina”. La reacción del “Papa Minga” (es decir, el papa que dice no), como lo llamaban en dialecto milanés, fue la de ordenar que todas las cantantes que se negasen a abandonar Roma sin demora fueran conducidas a un convento.
A partir de ese momento, los castrados se hicieron indispensables. En realidad, la ley prohibía la práctica de la castración a los alumnos de los Conservatorios. Pero a la edad de ocho años los chicos eran retirados del establecimiento y se los sometía en secreto a la operación. Después, al cabo de un mes o dos, los admitían de nuevo como si nada hubiese pasado.
La mayor parte de los mutilados lograba triunfar -los que no, nutrían las filas de efebos de la prostitución napolitana-, y formaba parte de una verdadera clase aparte destacada por su coquetería, su vanidad y hasta por su aventuras galantes. Se cuenta de un “castrato” que llegó a pedirle autorización al Papa para casarse, con el pretexto de que la oreración había sido mal hecha. La respuesta del Santo Padre fue tajante: “Che si castri meglio” (que se castre mejor).
Fuente: Bouvier, René, Farinelli, le chanteur des Rois, Editions Albin Michel, Paris, 1943.
lunes, marzo 20, 2006
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3 comentarios:
Dolor, odio, abominación, y notas altas.
casado pero no castrado, bien cabe el viejo dicho
che papa dil orto queste cua!
por dios no solo dolor por que creo que algo de anestecia quizas habria, pero les arruinaban la vida a estos chiquitos!
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