Comparto mi casa con una chica. Antes de mudarnos le avisé: yo no tengo mayores problemas, solo una cosa no debe suceder y eso es que alguien se tome mi whisky. Tal vez a alguno le parecerá una broma, pero lo decía muy en serio, y los acontecimientos posteriores que narraré a continuación lo demuestran. Tan gravemente los juzgo que a partir del momento en que ocurrieron la casa en la que vivo ya no es mi hogar. Porque mi hogar está adonde está mi whisky. También a Orfeo le fue advertido: solo una cosa no hagas. Pero la hizo, y perdió a su recobrada Eurídice para siempre. Las tragedias son así, no hay segundas oportunidades.
Sí las hubo en este caso, sin embargo. A los pocos meses de convivencia llegué de trabajar dispuesto a liquidarme los últimos tragos de una perezosa botella de Blenders. No fue posible, tan solo hallé su cadáver exangüe y a V. que se afanaba en disculpas vicarias, porque el autor del crimen había sido su novio. Naturalmente no me gustó nada, pero en consideración a la incipiente convivencia decidí limitarme a una suave admonición paternal. No puedo resistir la tentación de decir que fui magnánimo, considerando la gravedad de la falta.
Lo hechos me habían sugerido que lo más dañino de mi room-mate era su novio, pero me equivocaba. Su ausencia fue peor. Caí en cuenta de mi error luego de su separación. A partir de ese momento la convivencia se deterioró con la rapidez y los efectos de un cuerpo que se descompone.
Una mañana llegué a la casa y V. me alcanzó en la cocina y me anunció que tenía algo que decirme que no iba a gustarme. Un temblor me recorrió de pies a cabeza parecido al que produce una bandada de palomas cuando levanta vuelo. La miré. Dudó, acaso elegía las palabras. “Me tomé tres medidas de tu Jack Daniels” soltó finalmente. Pausa. Me detengo para tomar aire y porque se impone aquí una digresión. Tomar tres medidas de mi Jack Daniels implica ingresar a mi habitación, tomar de mi altar (lo mío no es un bar, sino un altar) uno de mis pequeños vasos JD y activar tres veces mi escanciador de medidas JD amurado sobre mi colección de botellas de JD (entre ellas algunas ediciones limitadas) y bajo una tarjeta y un diploma que me fueron enviados desde la destilería de JD ubicada en Lynchburg, Tennessee. ¿Hace falta agregar algo más? ¿Es realmente necesario que explique con mayor detalle el grado de ofensa que esa profanación alcanza? El lector sensible sabrá comprenderlo. Allí no acabó todo sin embargo. Luego de ordeñar mi botella se sentó en mi computadora y se puso a escribir letanías inconexas que no guardó (y por eso pude verlas como “documento recuperado”), pese a que creó tres carpetas nuevas, una por cada vaso, que quedaron tan vacías como aquellos y almacenadas en otras carpetas por obra del azar o de la torpeza de sus dedos ebrios.
Ella se excusó así: “Tenés que entenderme, estaba muy triste. Además vos sabés que a mí no me gusta el whisky” (¡Eso, necia mía, es acaso lo más imperdonable!). Traté de hacerle entender que su invasión era poco civilizada, que su conducta era abusiva y constituía, en fin, una falta de respeto. V. me respondió entonces: “¡Vos también me faltás el respeto porque nunca me preguntás cómo estoy!”. ¿Es que cabe agregar algo...?
Por varias semanas fui incapaz de tocar mi altar profanado, hasta que finalmente “piú che ‘l dolor poté ‘l digiuno” (“más que el dolor pudo el ayuno”) y terminé la botella ultrajada con una ceremonia grave no exenta de piedad.. No volví a llevar otra a esa casa siniestra. Aún vivo allí, sí, pero mi hogar está en otra parte. No diré adonde, pero en su centro late a salvo de las manos impías un corazón dulce y dorado, dorado y dulce.
martes, julio 19, 2005
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17 comentarios:
"Home is where the scotch is" sería el dicho??? Hace tiempo que esperaba este recuento. Ud me lo debía Almirante. Gracias.
Charlotte
brillante! brillante, sin duda. me recuerda a mi anterior convivencia. para evitar toda discusión al respecto, terminamos comprando una botella para cada uno. empecé a preocuparme cuando advertí que los dos le hacíamos una marca en el vidrio indicando el nivel.
Como soy mujer, yo me imaginé que finalmente se enamoran perdidamente. Lo siento, en mi cabeza ya es así.
bestiaria no entendio el escrito, definitivamente.
quedo bien, eh almirante? hasta parece que le gustara el lugar donde vive
Ella dirá: "para mí, la regla de la convivencia es que te apoyen cuando estás mal".
Vos dirás: "para mí, la regla de la convivencia es que no se tomen mi whisky".
Y cada cual estableció unilateralmente su propio reglamento. Sin saberlo, quebraste el suyo, y ella se vengó. La convivencia es una cuestión muy difícilmente regulable.
Estimado Almirante: Un hombre sin hogar es vivir en eterno destierro. Por favor, busque su botella.
Charlotte: de nada, razones de fuerza mayor me obligaron a postergarlo.
Anibal: 1)Ahora todos me lo avisaron, claro...
2) Vaya uno a saber...
Mamá Bambi: Gracias. Al menos ud. vivía con alguien que sabía beber.
Bestiaria: Difícil que el chancho chifle.
Anonimous: Qué quiere que le diga?
Polta: Error. Si leés bien verás que mi regla era explícita desde el primer día. La de ella no. Además una cosa es objetiva y la otra corresponde al terreno personal.
Trompo: Home, boy... cantaba Iggy
Terrible. Es como si alguien te usara el cepillo de dientes.
Que horror! Que ultraje!
Pero tengo que reconocer que me mantuve tranquila mientras lo leía hasta el punto en que mencionás que usó tu computadora...ahí si, se me puso la piel de gallina! :S
Ponga llave en su cuarto, almirante. Una chica ebria de whisky ajeno, manoseando una computadora que no le pertenece es, aghhhhhhhh, una imagen aterradora.
Hay gente que no entiende razones.
Excelente relato.
a) esa chica es Jennie e intenta retornar a la botella.
b) lasciate omnia speranza, voi, che la permette entra.
Sépanlo: he metido todas mis posesiones (hasta la bicicleta)dentro de mi cuarto y le he echado llave. Ahora comienzan las arduas negociaciones de paz.
es como que te fumen el ultimo fino de emergencia
Me encantó la historia.
Estimado Almirante, comprendera usted entonces mi reaccion cuando luego de un dia de trabajo esforzado, vuelvo a mi hogar y encuentro este cuadro: mi novia, derramando Chivas sobre una mezcla informe de color blancuzco.
-Que haces?-interrogo fuera de mi.
-Le pongo whisky al budin de pan...
Claro que comprendo...
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