lunes, agosto 14, 2006

Un secreto

Parque Lezama


Durante cinco años viví en el parque Lezama. No era yo uno de esos marineros rusos que quedaron encallados ahí. Una vez vi a uno de esos náufragos de la perestroika entrar en el almacén “La fortaleza de San Telmo” babeando y temblequeando y pude observar que tenía un enorme hueco en la cabeza rapada –había sido operado y debía faltarle medio cerebro-. Salió con una botella de alcohol medicinal (Él y sus compañeros lo mezclaban con el tetrabrick, y eso cuando había vino). Yo no necesitaba combatir la intemperie porque tenía mi cálido hogar a metros de Brasil y Defensa, pero me gusta más decir que vivía “en” el parque que “cerca” del parque, y siento que eso no es del todo falso porque pasaba muchas horas bajo la galería de tipas o cerca del Museo histórico, mirando los gatos, o bien en la galería de palmeras y maceteros que cruza el parque hacia el mirador que da a Alte. Brown. En esa galería descubrí un secreto del parque Lezama que voy a revelar ahora. Es algo así como en The purloined letter, de Poe: Las bases de los maceteros -que alguna vez tuvieron una especie de cactus parecido al aloe vera- tienen cuatro caras. En todas esas caras hay un bajorrelieve que representa a una mujer que tiene la mano izquierda sobre el pecho y la otra levantada a un costado de la cabeza. En todas menos en una. Porque una de las 128 mujeres que están representadas en las caras de los 32 maceteros del parque Lezama ha reunido los dos brazos sobre el pecho. A esa, a la distinta, yo, que no tengo fe, le pedía cosas. Los más escépticos argumentarán que yo dirigía mis oraciones al resultado de un error o acaso de una broma de uno de los obreros que hicieron la última restauración. Yo no lo descarto, pero advierto que acaso ese obrero que se equivocó o que creía estar haciendo una broma pudo ser instrumento de alguna divinidad caprichosa. “No sé a qué poderes he servido”, dice un espléndido verso de Enrique Molina. Esta mañana de clima intratable fui al parque Lezama sólo para detenerme frente a la mujer que tiene los dos brazos sobre el pecho y decirle “gracias”. Yo sé bien porqué.

11 comentarios:

Anónimo dijo...

Recuerdo una mañana, fría, gris, y ventosa (quizás por la proximidad al río o a lo mejor por lo abierto del lugar) caminábamos por esa galería. Las hojas de algunos árboles cercanos hacían giros extraños derredor nuestro. Usted me contaba acerca de ese interesante hallazgo, Realmente estaba emocionado, lo note no solo por la forma en que me lo expresaba sino ( espero no cometer una imprudencia al decir esto) también porque quien lo conoce bien, nota que cuando algo lo emociona sobremanera, sus ojos se cristalizan. Yo en ese momento debo confesar que me sentí un poco más cerca, más amigo más ........ hermano suyo. Se lo digo en este momento porque usted hizo eferencia a ese lugar y no pude evitar recordar esa situación. Un abrazo.

Almirante Margarito dijo...

Querido Androcles: siempre extraño aquellas largas caminatas por el parque, pese a que en aquellos años el horror y la muerte siempre andaban cerca.

Griselda García dijo...

disculpe, no? pero el horror y la muerte siempre andan cerca.

Caríssimo Cuore dijo...

Mamma Bambi, el horror y la muerte no siempre andan cerca, con respecto al hallazgo, Almirante, le comento que cada vez que paso por ahí (ahora no tan seguido) recuerdo lo que usted me ha hecho notar en algún momento. El horror y la muerte andaban cerca, las balas picaban cerca. No parábamos de llorar algunos para adentro y otros para afuera).
Tengo claras imágenes del naufragio

Almirante Margarito dijo...

Digamos, en afán de mediar, que unas veces andan más cerca que otras. La culpa es toda mía por decir inconveniencias nacidas de la experiencia personal (le contestaba a un amigo), cosa que suele ser malinterpretada y censurada con fiero desdén por algunos amables comentaristas, acaso no sin razón. Ya he cometido antes estas imprudencias.

El Trompo Promiscuo dijo...

Al Parque Lezama que cobijó al Gordo Motosierra tantas veces, Salud!!!

Satamarina dijo...

conmovedor

Anónimo dijo...

Es cierto. La muerte es inevitable y el horror disfrazado. Pero a quien le importaba????
Esos periplos hacían olvidar un poco la realidad para dejar pasar al descanso mental y espiritual. Pero no es importante solo el hallazgo, eso si de noche no luce.Lamento que esto fuera tan personal prometo no hacerlo +.

Almirante Margarito dijo...

No problem, Androcles.

mer dijo...

Hoy iba en el 62 por Brasil y pasé por el Parque Lezama y me acordé de usted, Almirante. Y bien, eh.

Almirante Margarito dijo...

Uh! si habré tomado el 62 a la madrugada para ir a laburar!!!
Menos mal que se acordó de mí en buenos términos, se lo agradezco, últimamente no sé a quién voy a ofender sin querer con las tonterías que subo acá...