martes, mayo 10, 2005

No vive ya nadie

Migas sobre el piso de tierra de la cocina. Herminia nos ofrecía el pan y el café con leche con ese sírvete materno que el muerto extrañó alguna vez. Coqueta, con sus largas trenzas canosas y su par de lentes, no dejó que le tomara una foto, y yo no insistí. Quería retratar esos ojos que habían visto al muerto célebre, ella tenía entonces nueve años y el dieciséis. Hubiera sido inútil -casi siempre lo es- intentar retener la imagen de su mirada cuando habló de él. Fue un instante de auténtica evocación, uno de esos momentos que hicieron que el viaje desde Buenos Aires hasta Santiago de Chuco, la temporada del niño, y en fin, la soledad, la lluvia, los caminos, se convirtieran en mera preparación justificada. Toda su admiración de niña frente al adolescente grave estaba ahí, frente a mí, más valiosa y verdadera que la visita a la casa de ese muchacho que después fue poeta y murió en París con aguacero. “Vayan tranquilos y después nos traen la llave”, nos habían dicho en la municipalidad. Y entonces la casa, el poyo, la cocina, Miguel, los fantasmas y los abuelos sacerdotes. Y las palabras, las calles que llevan el nombre de sus libros, el hotel Santamaría al que le metió fuego, los cholos que bajan al mercado con sus burros peruanos del Perú, el cementerio con la tumba de Otilia y, como corresponde, la tristeza.
En el frente de la casa hay placas recordatorias, vanidad de funcionarios diligentes, y en el patio una estatua modelada a partir de su foto más famosa, que le costó un disgusto al señor Miñano –la “viuda” local del poeta-, que seriamente sugiere que acaso César pudo ser extraterrestre, “porque si no como se explica usted que un poeta así salga de un pueblo como este”. La cocina de Herminia, sin embargo, estará a salvo de las placas, y aun de las fotografías. Y hoy, acá en Buenos Aires, con el día tan fulero, y acaso yo también con los húmeros puestos a la mala, te evoco a vos, adondequiera que estés, viejita luminosa.

3 comentarios:

Vero dijo...

Por aca devolviendo la visita y leyendo esta bonita historia... me hubiese gustado verle los ojos cuando hablo de el...

Ruth dijo...

¿cuándo vas a dejar de tocarme los puntos débiles? Primero Cernuda, después Vallejo... ¿qué es esto?
Salú...

Almirante Margarito dijo...

Vero: se agradece.

Minerva: También a ud. le gusta cada cosa!