viernes, abril 21, 2006

S.

Un tinto y unas tortillas en el Preferido concedieron la fácil liturgia del encuentro con S., nuestra chica en París. Manantial y yo, dos caballeros, nos apretamos de un lado de la única mesa libre y S. se sentó frente a nosotros como en un examen, que como dice Manantial, es la lucha entre un desesperado y un aburrido. Pero este no era un examen, porque aunque éramos dos aburridos, la chica no parecía desesperada.
Por turnos más o menos pisoteados cada uno contó sus cosas y todo fluyó como antes, como siempre.
Después anduvimos rebotando un poco por Palermo hasta dar en un bar en el que tomamos unos tragos bastante mediocres (de ahí la resaca). La conversación fue diversa: yo, para escándalo de S. que se preguntaba cómo demonios sé esas cosas, aporté un nombre más a la lista de personajes célebres muertos a los 27 que llevamos con Manantial (tenemos otra para los 37): José Quiñones, el prócer de la aviación del Perú, único kamikaze latinoamericano que yo sepa, que se lanzó con su avión contra un campamento ecuatoriano en 1941, dejando, por cierto, su vida en la acción. Manantial ("Onorate l’altissimo poeta”) contó de sus escritos y S. contó algunos episodios parisinos: un roedor palermitano y funámbulo dio pie a su relato sobre las ratas del Sena, prolíficas y audaces. Pero fueron sus anécdotas del Metro las que más me asombraron, porque pude ver en ellas las dos caras de la civilización. Por un lado me encantó saber -yo que me quejo todo el tiempo de que ya no se puede leer en el bondi o en el subte- que está prohibido hablar por celular en los medios de transporte públicos. Eso es civilización, no como acá que están discutiendo si lo prohíben en las escuelas. Pero por otro lado, no me gustó nada escuchar como S. fue golpeada por un borracho en un vagón del metro y que nadie, absolutamente nadie, moviera un dedo para ayudarla, porque parece que mirar al otro no solo no es civilizado, sino que es hasta ofensivo, incluso si al otro lo está zamarreando un desquiciado hijo de puta.

10 comentarios:

Caríssimo Cuore dijo...

Hablar con Manantial es sin dudas una de las mejores experiencias que podamos tener en la vida. Mezcla de caníbal y poeta, excelente contador de historias, al igual que Ch., de S. no puedo emitir opinión, pero Almirante, no debo más que comunicarle mi envidia ante tal encuentro.
Y no me toquen la cara, porque éso, en mi barrio, significa pelea.
De las ratas, què podemos decir, alimañas asquerosas que revuelven mi estómago y mi memoria...

tazelaar dijo...

jajajaja. no me toquen la cara. que se contagia.... jajajaja

Cristibel dijo...

¡Y yo que me quejo del tercer mundo! Pero pensándolo bien, acá, si te asaltan, nadie hace nada. Habrá que ver qué pasa si me golpea un borracho... uff!

Anónimo dijo...

Desconfiad de aquellos que se dicen borrachos y denigran la profesión!!! Todos sabemos que un verdadero etilista debe ser, ante todo, una fuente de iluminación!
En un plano más serio, coincido en que hay una epidemia de enajenación. Pero "mejor alejarse del hecho ahora que soportar el juicio después" sigue sin sonar muy samaritano.
Y a mi tampoco me toquen la cara, que hace dos dias que no me afeito, y se van a raspar...

Anónimo dijo...

Cada vez que quiero golpear a una persona, ésta resulta ser un viejo o una mujer. A veces me pregunto si contener mi furia no será discriminar a mi oponente.

Tricula dijo...

Tengo una historia que apoya uno de los cuentos que te hicieron acerca de Paris, y refuta otro. En Agosto del año pasado estuve por Paris, y un día que viajaba por el metro , cuando se estaban por cerrar las puertas en una estación, un tipo tranca las puertas de mi vagón con su maletín para poder entrar.

El tipo un idiota, porque hasta yo sabía que las puertas del metro de Paris, cuando se cierran, SE CIERRAN! Y obviamente estaba yendo a laburar por el horario y vestimenta - no era un virgen del metro.

Cuando esto pasa, el tipo empieza a putear y a tratar de abrir la puerta, pero no puede. Una pareja del lado de adentro lo mira y expresan una pequeña preocupación, pero no hacen nada al respecto. Al lado, un tipo de unos 30 años, hablando por celular, le resta importancia al hecho y sigue con su conversación, al igual que unos cuantos sentados.

No lo podía creer, la gente como si nada. Me paré, corrí hasta la puerta, y al mejor estilo Rambo le abrí las puertas y pudo sacar el maletín - al bajo costo de un buen dolor de espalda más tarde. Era obvio que el héroe me iba a salir mal por algún lado. Si no hubiese estado ahí, qué le habría pasado al tipo?

Almirante Margarito dijo...

Carissimo C.: Gracias por su amable comentario.

Tazelaar: puede ser una epidemia...

Cristibel: Mejor no haga la prueba...

J.J.: tiene ud. toda la razón.

Polta: y después el violento soy yo.

Tric: Pues puede ser que alguien no cumpla, pero al menos está el cartelito...

paula p dijo...

oh.
ya quisiera compartir mesón con ud.

Anónimo dijo...

Eso cuento de Paris? Los golpes y las ratas?
Sera siempre asi...? o solo cuando con uds dos y tantas ganas de escucharlos?

Almirante Margarito dijo...

No, no. Pero esas dos cosas me impresionaron mucho. Además, no me voy a poner a contar TODO, no?