viernes, mayo 18, 2007

Hay en mis venas gotas de sangre jacobina

Tengo por fortuna no ser un literato, razón que me habilita a acudir a veces a las citas evidentes, sin que colegas eventuales, siempre tan crueles, se detengan a señalar en mi conducta un catálogo de ingenuidades. En este caso, se trata de un poema famosísimo (una obviedad, si ud. es literato pase de largo, lo damos por sabido)que mi madre se sabe de memoria y que siempre me recitaba durante mi infancia. Naturalmente, yo no entendía ni la mitad. Pero ahora entiendo, te lo juro.

RETRATO

Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla,
y un huerto claro donde madura el limonero;
mi juventud, veinte años en tierras de Castilla;
mi historia, algunos casos que recordar no quiero.

Ni un seductor Mañara, ni un Bradomín he sido
-ya conocéis mi torpe aliño indumentario-,
mas recibí la flecha que me asignó Cupido,
y amé cuanto ellas puedan tener de hospitalario.

Hay en mis venas gotas de sangre jacobina,
pero mi verso brota de manantial sereno;
y más que un hombre al uso que sabe su doctrina
soy, en el buen sentido de la palabra, bueno.

Adoro la hermosura y en la moderna estética
corté las viejas rosas del huerto de Ronsard;
mas no amo los afeites de la actual cosmética,
ni soy un ave de esas del nuevo gay-trinar.

Desdeño las romanzas de los tenores huecos
y el coro de los grillos que cantan a la luna.
A distinguir me paro las voces de los ecos,
y escucho solamente, entre las voces, una.

¿Soy clásico o romántico? No sé. Dejar quisiera
mi verso, como deja el capitán su espada:
famosa por la mano viril que la blandiera,
no por el docto oficio del forjador preciada.

Converso con el hombre que siempre va conmigo
-quien habla solo espera hablar a Dios un día-;
mi soliloquio es plática con este buen amigo
que me enseñó el secreto de la filantropía.

Y al cabo, nada os debo; debéisme cuanto he escrito.
A mi trabajo acudo, con mi dinero pago
el traje que me cubre y la mansión que habito,
el pan que me alimenta y el lecho donde yago.

Y cuando llegue el día del último viaje,
y está al partir la nave que nunca ha de tornar
me encontraréis a bordo, ligero de equipaje,
casi desnudo, como los hijos de la mar.

5 comentarios:

Paula dijo...

El último tema que hizo bien Serrat.

La condesa sangrienta dijo...

Su madre sabía lo que hacía... Antonio Machado/ Juan de Mairena/ Yo es otro.

Jack Celliers dijo...

Siempre me había llamado la atención de lo "yago". Gracias a este poema supe que inclusive se podía desir "yazco", yo conocía "yazgo" nomás.

Milkus Maximus dijo...

Vio? tarde o temprano descubrimos, que las madres tienen siempre la razón ... más o menos.

Niño Barroco dijo...

Ese final es... lindo.