jueves, abril 10, 2008

De casa al trabajo y del trabajo al hogar (Dos historias)

A la vuelta:

Cansado, me subí al último vagón. Quedé junto a un chico que estaba leyendo apoyado contra la puerta. Tenía el tipo coya y la uña del pulgar larguísima. "Un charanguista" pensé, sintiéndome un poco como Denny Crane. Naturalmente, me interesé por su lectura: la obra completa de Manuel Castilla, editada por Corregidor. Una maravilla. Es en esos momentos (y sólo en esos)que siento compasión por la humanidad. Miestras le relojeaba algunos versos espléndidos empecé a pensar que tenía que decirle algo. Decirle, tal vez, que qué hermoso libro, o que qué poeta del carajo que estás leyendo, macho. Él no despegaba la vista del libro. Yo ya había dejado atrás a Denny Crane y ya me sentía más como Vladimir Olan. Si levanta la vista le digo algo, pensé. Pero no, siguió leyendo. Cuando me baje. Cuando me baje va a tener que correrse y ahí le digo. Tengo que decirle. Tenía que decirle algo, una idiotez, solo para volcar un poco de mi compasión por toda esta carne dolorosa que es arrastrada sin sentido por túneles subterráneos cada día. El tren llegó a mi estación de destino. Se abrieron las puertas. El chico bajó el libro, se hizo a un lado y yo bajé, sin decir nada.

A la ida:

Mis señales son claras. No te hablo, no me hables. No te miro, no me mires. Esta es la austera y simple etiqueta de los medios de transporte. Sí, yo soy un monstruo, nada de lo humano me interesa, leave me alone. Esta mañana, comenzando mi círculo de esclavo a punto de enlatarse en ese sucedáneo barato de Hades que es el subte, un sujeto me interpeló para pedirme una indicación: "eeehhh... ¿Para ir a Retiro?". Soy un monstruo educado y respondo con eficiencia y cortesía. No es complicado, me preguntan, les respondo, muchas gracias, de nada y todo termina. Así en mi mundo ideal. Pero no aquí. "Vengo de la embajada" me participa el sujeto, como si nos conociéramos de siempre y yo estuviera al tanto de sus trámites estúpidos. Lo miré, tratando en vano de disimular mi horror, esfuerzo que él habrá interpretado como un signo de interés (la tragedia es infinita). "De la embajada de Estados Unidos" me aclaró. "Porque Pettinato dijo que no pedían visa". Lo miré aún sin hablar "En el programa de radio. Tiene un programa de radio. Es el que está también en la tele, pero a la tarde. Y esta mañana en la radio dijo que no pedían visa para ir". "Pero piden", dije yo al fin. "Sí, piden. Yo ya fui dos veces, pero cuando no pedían. Ahora no sé cómo hacer". "Tal vez pueda ofrecerse para ir a Irak" le aconsejé yo, "seguro necesitan gente". "Sí, aunque tal vez no me dejen, tenés que ser de allá. Bah, no sé, porque no deben querer ir, hace un calor de locos ahí, es un desierto". "Y, sí..." balbuceé, sorprendido por su inmunidad a la ironía. "pero ojo, si voy y sobrevivo dos años en Irak, por ahí me dejan quedarme en Estados Unidos".
En ese momento llegó el subte que iba en la dirección contraria a la mía. No lo dudé, la perspectiva de compartir un viaje en compañía de tan verborrágico idiota era demasiado. "Ahí viene mi subte" me despedí. "Buena suerte". Yo hacía mis cálculos: me bajo en la estación que viene y me tomo el próximo para este lado. Entonces el subte que va para el centro también empezó a asomarse a la estación. Corrí para alejarme del oyente de Pettinato y a último momento salté adentro de un vagón lejano del subte correcto. En el viaje me puse a pensar. Este tipo quería ir a Retiro. Quién sabe de dónde viene. Habrá tomado colectivo, tren y subte y ahora está en pleno viceversa. Todo por una estupidez que escuchó en la radio. Esta vez no sentí compasión. Sentí envidia.

11 comentarios:

la vasquita dijo...

Lo quiero mucho, Almirante Margarito.

ann dijo...

cada vez me cae mejor, aunque yo sea un ser humano y a ud no le caigan en gracia los humanos.(a mi tampoco)

mer dijo...

Oh my. No podría sentirme más identificada con ambas situaciones.
Si habré estado tentada de cambiar alguna palabra con algún lector con el que me sentí, de algún modo, conectada en un medio de transporte.
Si me habrá bajado en Temperley para evitar compartir ocho estaciones más con desconocidos habladores o -peor- con semi-conocidos del barrio o de la vida.

La condesa sangrienta dijo...

Espiar qué leen los otros nos dice mucho de ellos. Evitarlos dice mucho de nosotros.
(también le huyo a desconocidos charlatanes).
Saludos!

InFerNet dijo...

Pensé en "azorado", barajé "perplejo", hasta me pregunté por un adjetivo que acredite el sentir del espectador de lo ominoso. Era menos "horror" que "pavor", aunque ninguno de los dos. Sólo pude definir que su misantropía no esta apoyada en los pilares de la aversión al hombre, sino en una mezcla entre pavor y maravilla, entre sorpresa, asco y absurdo.

Almirante Margarito dijo...

Vasquita: En ese caso, puede tutearme.

Ann: Bueno, puedo hacer excepciones.

Mer: Y sí, los trenes son una caja de sorpresas.

Condesa: Totalmente.

Infernet: Entrañable amigo, no descarte tan rápido alguna influencia de dichos pilares tampoco, eh...

Anónimo dijo...

Yo le hubiese dicho algo (al primero). Odio quedarme con la sensación de que no hice algo que quise, aunque salga mal, y quede como el tipo de Petinatto.

saludos Tacts

marina

ann dijo...

entonces me alegro mucho

Olvido dijo...

Almirante, me sumo a lo de ann. Cada día que lo leo me siento mas conectado con sus relatos y su sentir de la vida.
Siempre me atrajeron los personajes como ud. Por momentos me siento reflejado. Mis amigos han denominado a estas etapas mias como "el ataque de la ostra".
La soledad, en gran medida, es mi mejor compañía.
Mis respetos.

Roedor dijo...

La de la ida no es verdad. es una buena pieza de ficción urbana desolada, no puede imitar tanto al arte la realidad, como decía el irlandés.

La de la vuelta es candorosa. Las veces que me pasó, quien portaba la pieza magna de literatura era habitualmente una dama, y vio cómo todo se nos nubla en esos caso, ¿no?

Anónimo dijo...

Denny Crane