martes, septiembre 05, 2006

Tíos abuelos III: Mi tío el Negro y su perro Sócrates

Mi tío el Negro era bioquímico y eso era suficiente para convertirlo en el intelectual de la familia. Mientras su hermano (mi abuelo) andaba a los tiros con los conservadores él se dedicaba a estudiar la sangre desde un punto de vista más teórico y menos peligroso. Una vez hasta lo escuché hablar sobre Renan, el biógrafo de Jesús, pero como yo era muy chico, nunca llegué a saber qué tan profundos o vastos eran sus conocimientos. Mi tío abuelo era uno de esos venerables profesionales de pueblo, un doctor de poncho, if you know what I mean. De joven había pagado el aborto de una noviecita para descubrir años después, ya casado, que era completamente estéril. La paternidad es una cuestión de fe, dicen. Era un hombre agradable, pese a que una vez me extrajo una muestra de sangre cortándome la yema del pulgar con el golpe seco de una hoja de afeitar y eso, claro, no fue nada agradable. De grande se enfermó de depresión. Cuando mi padre lo llevó a Buenos Aires para ver a un psiquiatra, abrió la puerta del coche en plena ruta y se hubiera arrojado al asfalto si no lo hubieran sujetado a tiempo. En los comienzos de la enfermedad se había comprado un hermosísimo setter irlandés al que llamó Sócrates. El Negro no dejaba de hablar de lo listo que era su perro. Los fines de semana mi tío y su mujer se iban al campo con el animal. Una forma de vida envidiable, sin dudas. Pero la tristeza pudo más (parece que siempre puede) y mi tío abuelo el Negro murió.
Unos días después del entierro, la viuda estaba sentada en el sillón grande del living mirando el noticiero de la tarde y el setter estaba ovillado a su lado. De pronto el perro hizo un gemido. La mujer lo miró y le preguntó: “¿Lo extrañás al Negro, Sócrates?”. Al escuchar el nombre se su amo el perro alzó la vista y comenzó a llorar. Lloró y lloró hasta ahogarse. Cuando llegó el veterinario ya no había nada que hacer. Sócrates murió de pena esa misma noche.

8 comentarios:

Niño Barroco dijo...

considérese un verdadero afortunado por tener historias de su tío abuelo...
del mío sólo sé que le cagó la entrada al país a mi zeide polaco porque se dedicaba a sacar obreros del taller...
eso fue suficiente para que no se hablen más, según tengo entendido, aunque como de eso no se hablaba, no sé...

d. dijo...

my heart is breaking.

Caríssimo Cuore dijo...

cuando màs conozco a mi perro....menos quiero a esta raza de mierda, la humana porsupuesto

mer dijo...

Perdón pero MI tío el Negro es hematólogo y está (aún vive) enfermo de depresión.

Si mi tío el Negro viviera pensaría que tal vez usted y yo somos primos.

Almirante Margarito dijo...

Niño: me considero afortunado, entonces.

Dholo: entonces mejor no le digo que todas las historias son reales.

C.C.: Lo noto algo agrio...

Mer: quién le dice, por ahí...

mer dijo...

Quise decir "si SU tío el Negro viviera"...

Cristibel dijo...

Hermosa historia. Los animales sì que tienen recuerdos...

la vasquita dijo...

Mi perro también se murió de tristeza. Cuando nos fuimos ese domingo del campo, nos acompañó hasta la tranquera, como hacía siempre. Pero ese él día sabía que no volveríamos por dos años, así que decidió quedarse recostado al lado de la ruta, esperando.