Todo empezó con aquello de que “un puente es un hombre cruzando un puente” que estaba escrito con crayón rojo en la pared del local de Navarrito, porque Navarrito vivía en un local y me enseñaba guitarra. Dos años después descubrí el origen de la cita: fue casi la única felicidad que me deparó El libro de Manuel, sin contar las descripciones de escenas sexuales –yo tenía catorce años y el libro me lo había traído mi madre de la biblioteca pública: “alguno de Cortázar” le había encargado-.
No recuerdo aquellas descripciones, pero la cita del puente nunca la olvidé. Supe después que en la mitología nórdica el puente que lleva al “más allá” tiembla cuando lo atraviesa alguien que aún no ha muerto, y que para los romanos el sacerdote es el “pontifex” o pontífice, el que tiende el puente entre dos reinos.
Mucho más tarde llegué a los puentes de la pintura japonesa, gracias a Van Gogh, como tantos. Y aprendí que el puente marca el pasaje del mundo visible al mundo invisible, dualidad insoslayable del arte oriental. Por eso fue tan poderoso el sentimiento de revelación largo tiempo preparada que me dejó el descubrimiento del la obra del entrañabilísimo Hakuin Ekaku (monje zen al que se le atribuye el famoso koan del sonido de una palma sola, citado hasta en Los Simpson) en la que el puente –en este caso un tronco, como en las leyendas de los indios norteamericanos- que comunica el mundo visible con el mundo invisible es cruzado por... dos ciegos.
Hakuin Ekaku - Dos ciegos cruzando un tronco
jueves, septiembre 08, 2005
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3 comentarios:
es bellisima la imagen, realmente me gusta mucho. se agradece, y a ver cuando se terminan las tribias.
cortazar + japenese art ---> oh darling!
Me gustó Almirante. Me gustó su puente.
saludos
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